Te quise un Universo...

Un Universo lleno de planetas y constelaciones, planetas cálidos y planetas fríos en los que era imposible habitar... habitar a tu lado...

Aquellos sentimientos arrebatados encontraron otro camino, un camino sereno, lleno de agradecimiento, lleno de ternura, lleno de amor... ese amor o la ilusión de él, era lo que faltaba entre nosotros...

Las lágrimas inundaban los espacios, los silencios muertos, silencios cortantes, que apagaron todas aquellas tintineantes estrellas en mi universo de amor hacia ti.

Que frágil es el amor, cuando uno da y no recibe, que frágil cuando uno espera una simple caricia y sólo recibe desprecio silencioso...

Que triste es querer intentarlo una y otra vez y no conseguir nada, salvo una mirada de desprecio, una palabra hiriente... cuando recibe un universo negro...

Seguro que muchos de los que leéis ésto habréis sentido alguna vez, ese frío vacío aun estando acompañados, esa quietud inhumana en la que solo se escucha el palpitar de tu propio corazón.

Un palpitar lleno de angustia, lleno de reclamo, lleno de culpabilidad...





Mi corazón se llenó de rabia contenida, de incertidumbre, de anhelo... pero comprendí que ese sentimiento no podía albergarlo más en mi universo. Comprendí que aquel sol ya estaba muerto, y que el inmenso amor que yo sentía tenía que derramarlo en otro sol, alimentar otra constelación, iluminar el cielo de otra persona con mi universo...

En ocasiones es difícil cambiar, difícil soltar lo que no puedes retener, pero siempre hay que comprender que hay más estrellas en el universo, más planetas, más cometas, más galaxias que explorar.

El tiempo da tiempo a todo, a curar las heridas, a saber perdonar, pero no sólo perdonar al otro, si no, perdonarse a uno mismo.

Y eso es lo que hice, me perdoné, me consentí, me lloré, y me volví a amar a mi mismo... un universo.

Porque sin amarme a mi mismo, no podría amar a otro ser que quisiera amarme también.



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